Fuentes: Santiago María Guerrero
“La ansiedad es cuando la mente se encuentra yendo más rápido que la vida misma”.
En otras palabras, la ansiedad aparece cuando en nuestro mente desarrollamos un diálogo interno a partir de un juicio sobre un evento que todavía no ha ocurrido. Por lo tanto, éste responde a una posibilidad entre muchas, y no a un hecho real.
En ese sentido se parece al miedo, ya que esta conversación en nuestra mente nos dice que nos apuramos a concretar aquello que anhelamos porque “algo podría poner en riesgo” la realización de nuestros deseos.
Frente a la incertidumbre, reaccionamos con ansiedad queriendo acelerar el desenlace del proceso. En otras palabras, queremos que el resultado “ocurra ya”.
Aunque sea difícil de creer, llegó incluso a escuchar de algunas personas que prefieren la certeza de la desilusión que la esperanza de un buen resultado, ya que el estrés de la espera les resulta intolerable.
Pensemos un momento y seamos honestos. ¿cuántas veces esos “pronósticos” aterradores se han vuelto realidad en el pasado? Seguramente, esos “peores escenarios” imaginados muchas veces han quedado sólo en eso: un producto de nuestra imaginación.
Además, ¿no les ha pasado que aquello que imaginaron como un posible suceso trágico, terminó luego siendo algo que nos significaría un beneficio más adelante? Entonces, salvo que seamos videntes, reconozcamos que estamos inventando una historia de ficción.
Solía decir a mis alumnos de coaching que si vamos a inventarnos una historia, ¿por qué no nos inventamos alguna que nos llene de entusiasmo por las posibilidades positivas que se abren, en vez de una de terror donde sólo ocurre la peor de nuestras pesadillas?
¿Por qué no lo hacemos? Porque estamos poniendo el foco en variables que no controlamos. Y el no tener certeza de lo que va a ocurrir, es lo que nos genera la tan temida ansiedad.
¿Qué podemos hacer? Poner el foco en el “aquí y el ahora”, y soltar. Ello no quiere decir que subestimemos lo que ocurre o que no planifiquemos y evaluemos alternativas que maximicen las posibilidades de lograr el objetivo que nos hemos fijado.
Quiere decir que una vez que hayamos tomado las decisiones que juzgamos las más convenientes, dejemos de mantener la mente en el futuro. Y si no lo podemos hacer, ello nos estará mostrando el importante nivel de apego que tenemos al resultado de aquello que deseamos. Apego que nos estará mostrando una profunda inestabilidad emocional.
En efecto, nos habremos convertido en rehenes de nuestro ego. Y nuestro estado emocional será como un “yo-yo”. Si las cosas salen como esperábamos, estaremos felices. Si no, nos hundiremos en la tristeza o el enojo, según sea nuestra interpretación de las razones que juzgamos nos impidieron lograr lo que queríamos.
Es importante aquí tomar conciencia que, como dice el refrán, no evitaremos que los pensamientos negativos sobrevuelen sobre nuestra cabeza . Pero sí podremos elegir que no hagan su nido en ella.
La meditación, será un recurso muy valioso a la hora de ayudarnos a disciplinar nuestra mente y poder entonces soltar estas conversaciones que en vez de ayudar a nuestra calidad de vida, sólo la empeorarán.
En definitiva, nosotros somos quienes le damos el sentido a la vida que llevamos. Y ello amigo lector, es nuestra plena responsabilidad.
Como siempre digo, la felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo reaccionamos a lo que nos ocurre. Y ello, depende de nuestro estado de conciencia.
¡Hasta la próxima!
3 comentarios
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